sábado, 13 de octubre de 2012

Premio Nobel, ¿de cuál paz?

Confieso que mi primera reacción ante la noticia fue la duda sobre lo que había leído. Mi vista repasó de nuevo el texto y no había equivocación alguna. Mi duda se transformó entonces en asombro. El Premio Nobel de la Paz 2012, fue conferido a la Unión Europea por su mérito –así lo anunció el Comité Nobel noruego, de” haber extirpado las guerras en un continente que salió desgarrado de la segunda conflagración mundial”. Elogia el referido Comité, los méritos de la Unión Europea en cuestiones de la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos. Es, sencillamente, una interpretación alejada totalmente no solo de la realidad, sino, sobre todo, del noble espíritu que dio vida a esta distinción. Algunas interrogantes son imprescindibles. ¿Puede merecer ese alto premio quien se ha sumado al crimen de las guerras contra otros pueblos, como es el caso de Iraq y Afganistán? ¿Puede mostrarlo con honor quien es cómplice abierto de la sucia guerra contra Libia y contra Siria? ¿Merece ese honor quien se ha confabulado con los Estados Unidos para tratar de derrotar al gobierno de Irán, poniendo al mundo al borde de un holocausto nuclear? ¿Es, acaso, ese otorgamiento, un estímulo para frenar los peligrosos signos de desintegración que le quitan el sueño a algunos en esa comunidad de naciones? Eso es fuera de su territorio. Pero valdrían otras interrogantes. ¿A cuáles derechos humanos se refiere el aval del otorgamiento? Porque la realidad de hoy es la existencia de millones de seres humanos que viven sin derechos, víctimas del desempleo, del costo de la vida, reducidas sus posibilidades de acceso a la educación, a la salud, amenazados por la pérdida de sus viviendas, reprimidos y apaleados por reclamar sus derechos. Entre el conjunto de 27 países condecorados, los hay donde los jóvenes sufren desempleos que alcanzan hasta un 50 %, otros donde la falta de empleo es sufrida por más del 20 % de la fuerza laboral, al tiempo que las políticas de austeridad para los pobres sostienen el crecimiento de la opulencia de los ricos. La crisis económica que actualmente sacude a esa región, está generando una profundización de las desigualdades económicas y sociales. Sobre las capas más vulnerables recae el peso principal, mientras que los gobiernos adoptan medidas pensando no en la solución de los problemas de sus pueblos, sino en salvaguardar los intereses de quienes los explotan. El objetivo de esas políticas es salvar a los culpables de la crisis, al capital, a los poderosos. O lo que es lo mismo: salvar al capitalismo, con lo cual serían perpetuadas las desigualdades y crecería el abismo insalvable entre quienes lo poseen todo y quienes casi de todo carecen. Este asombro por el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz 2012 a la Unión Europea, se suma a la afrenta de habérselo concedido anteriormente al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Por ese camino habrá que esperar nuevas sorpresas que seguramente avergonzarán a personalidades que de forma merecida lo tienen. Así, ¿Premio Nobel de cuál paz? podríamos preguntarnos. Y no sería posible, ni honesta, otra respuesta: de la paz acribillada por las armas genocidas al servicio del imperialismo mundial, siempre en contra de los pueblos.

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